viernes, 28 de octubre de 2011

Olvido del ser


Es en el olvido del ser en el que Carlos Cardona sustenta el malestar del hombre. Su acto de voluntad consiste, desde hace siglos, en configurar un habitáculo demasiado estrecho e insalubre a fuer de construirse el más confortable de los palacios.

"Perdido el ser, la filosofía ha tenido que dejar sitio a la ciencia de la cantidad, a la medición, a la toma de medidas con vistas al dominio de la naturaleza (incluido el hombre)".

(CARDONA, Carlos, "Aforismos", Rialp, Madrid, 1999; pág. 65)


lunes, 24 de octubre de 2011

El "artista último"


A propósito del asunto sobre la secularización del arte, aparecido en mi última entrada:

"El anhelo de libertad absoluta y la repulsa de la realidad tienen una lectura teológica: la naturaleza era tradicionalmente interpretada como obra de Dios, y la muerte de Dios arrastraba tras sí a la naturaleza. La historia del arte podía interpretarse ahora como la evolución del artista-imitador al artista-dios, que se libera de la mímesis y se convierte en creador absoluto. Así lo explica George Steiner:

‛La obra de arte es una mímesis, una imitación del acto creador primigenio. En un gran soneto Miguel Ángel habla de otro escultor, que es Dios. Y Picasso, hombre complejo, dice: «Él es la competencia». Eso es muy importante: el sentido del artista como rival o servidor de un artista último y final’".

AYLLÓN, José Ramón: "Antropología filosófica", Ariel, Madrid, 2011; págs. 222-223.


jueves, 20 de octubre de 2011

Rastros


Puede parecer un escamoteo la justificación de Dios a partir de sus obras, manifestadas en la grandiosidad de la naturaleza o en los primores del arte. Acaso esta ausencia encuentre su explicación en que tanto la ciencia como la cultura han sido parasitadas por un desmedido afán secularizador, sin que medien siquiera, como sano cortafuegos, aquellas cuestiones radicales sobre los fundamentos de la realidad a los que se dedicaba en exclusiva la filosofía. La "physis" no apela ya a la metafísica.
No obstante, hay que contar con lo que se tiene para rastrear un origen más elevado que uno mismo, al modo en que el amante recrea la presencia de su amor en un simple aroma o en un vago recuerdo. Así, el objeto del Amor por excelencia procede a esconderse, puesto que su naturaleza se acomoda a la más estricta intimidad. Y exige de nosotros esa búsqueda incesante que Lope de Vega hallaba por todas partes: "En ninguna cosa veo tu grandeza, mi Dios, como que donde quiera que te busco, te hallo".


viernes, 14 de octubre de 2011

Qué extraña fascinación...


...aquella que identifica pasión con amor. A la obsesiva predilección de nuestro tiempo por este último, habría que añadir una sintomática desesperación fruto de la ausencia de baluartes, más propio también de hoy que de ayer. No obstante, creo más bien que esta identificación es excepcional, rara. No así el socorrido cinismo con el que ambos conceptos se ensamblan, su utilitarismo salvador, la coartada feliz donde claudica la razón, así como el mismo añorado amor.