sábado, 9 de julio de 2011

Después de todo...


...cabría la posibilidad de no decepcionarse hasta el punto de admitir la derrota total del hombre frente a una modernidad que lo ha reducido a fosfatina. El individuo desgajado y hedónico, colofón autosatisfecho del hombre-masa, bien pudiera verse en entredicho en cualquier momento, tal vez en este mismo instante, o al girar en aquel recodo del camino. A fin de cuentas, del mismo modo que el veneno ya está inoculado, y resulta letal, no es menos cierto que a cada paso aflora esa necesidad de fundamento que siempre resulta salvífica, aunque se quede en simple aspiración. Ni se nos ha concebido como seres solitarios ni, por más que lo parezca, se ha alcanzado a tasar definitivamente el alma humana como carne destinada al hipermercado.

—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?
—Es algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Significa «crear lazos...»
—¿Crear lazos?
—Claro —dijo el zorro—. Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
(...)
—Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los vendedores. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

(Antoine de Saint-Exupéry, "El principito")

miércoles, 6 de julio de 2011

Utilitarismo y enseñanza


"¿De dónde surge este enfoque utilitario de la enseñanza? (...) Tal depreciación social del conocimiento se debe, al menos en buena parte, a la adopción de un modelo antropológico materialista. Como observa agudamente Derrida, las propias ideas de conocimiento y de teoría del conocimiento presentan ya un sentido metafísico. Y la metafísica es precisamente aquello de lo que huyen como del mismísimo demonio las ideologías dominantes, es decir, el neoliberalismo capitalista y el estatismo socialista, o —lo que es más frecuente— la emulsión o mezcla de ambos modos de pensar, que viene a dar como resultado una especie de socialismo liberal, con el consiguiente rechazo de toda dimensión trascendente, tanto teológica como antropológica". (págs. 514-515)

(Alejandro Llano: "Olor a yerba seca. Memorias", Encuentro, Madrid, 2009)


viernes, 1 de julio de 2011

Siempre nos quedará... la verdad




Cuando el padre de Alejandro Llano escuchó de labios de su hijo que optaría por estudios de humanidades, aquel le espetó desde su particular visión de hombre de negocios una frase lapidaria y hasta cierto punto enternecedora: "Tú eres un lírico", le dijo.

Me da que el ser humano, salvadas no pocas distancias, arrastra tras de sí un lirismo del que, aunque quiera, no puede desprenderse. Su naturaleza, después de todos los avatares de la onerosa vida cotidiana, es decididamente melancólica. Porque estamos destinados a vernos de cara con la verdad. El gran Chesterton consideraba la filosofía como una aventura romántica en pos de la verdad. Wittgenstein, sabedor de que le quedaba ya muy poco tiempo de vida, se sinceró con la que fue su discípula predilecta, Elizabeth Anscombe: "Beth, he buscado la verdad".

A Llano algunos hemos de agradecerle su valentía intelectual, así como el tránsito de "homo liricus" en el que otros también nos hemos aventurado, si bien con un alcance tan alicorto como insignificante ("Como otras veces, la literatura se adelantó a la vida", pág. 250).

Valentía, al fin, por mantener aún vigente la metafísica después de la metafísica. Impagable su arriesgada y honesta opción por la trascendencia: "A lo largo del curso, aparecían los temas decisivos acerca de la condición humana, que en aquel ambiente sesentayochista empezaban a ser críticamente replanteados por los estudiantes y no pocos profesores (...). Pero yo no me retraía de hablar del alma humana, de su creación por Dios y de su condición inmortal. Quizá no he sido un profesor brillante, pero creo que nunca he sido un profesor cobarde. Discutía todo lo a fondo que era capaz el planteamiento materialista de la evolución. Defendía la realidad de la libertad humana y el alcance trascendente de la inteligencia del hombre".